sfx el encargado del tomorrowland del monopolio a la bancarrota.
Si existe una empresa que se ha ido haciendo poco a poco con todos los productos relacionados con los macrofestivales como Tomorrowland, las luces de colores y LED, los estadios llenos de adolescentes —y no tan adolescentes— y la reconversión de los artistas de música electrónica en estrellas, esa empresa es sin lugar a dudas SFX Entertainment.
Este conglomerado empresarial se propuso desde casi su nacimiento convertirse en la empresa más importante de conciertos en vivo, y fue la que se hizo con la promotora de festivales ID&T (culpable de festivales como Tomorrowland, TomorrowWorld, Sensation, Mysteryland), además de poseer el 50% de Rock in Rio y así un muy largo etcétera de empresas del sector. Un etcétera que llega incluso a productos tan fundamentales en nuestra actual concepción de la música electrónica como puede ser Beatport. Hace unos años SFX poseía tal cantidad de empresas relacionadas con el sector del ocio y la música electrónica que era inevitable hacerse la pregunta de “¿qué les queda por comprar?”
El artífice de este imperio tiene nombre y apellido: Robert Sillerman. Pero el imperio de este César Augusto de la música electrónica peligra, y por su propia culpa. Cosas de los negocios a gran escala, a veces aunque sus mejores productos funcionen —y mucho—, es posible que la empresa se encuentre en bancarrota. Y aunque nos pueda parecer increíble teniendo en cuenta el buen estado de salud del que goza el EDM en la actualidad, es el caso de la empresa que nos ocupa. Se dice que Sillerman no supo gestionar el negocio al que se lanzó y que ha perdido la confianza de los inversores.
El 14 de octubre será el día D en la historia de SFX Entertainment. Ya no hay más margen, y ese día Sillerman debe decidirse a vender el conglomerado empresarial en su totalidad o, como mínimo, gran parte de ella. Los números hablan por sí mismos: si la empresa tenía un valor de 1.000 millones de dólares cuando comenzó a cotizar en bolsa en octubre de 2013, en la actualidad “apenas” ronda los 70 millones de dólares. Hablamos de cifras contundentes, que no dejan lugar a tregua.
Parece claro que a la empresa no le queda otra solución que tomar un rumbo diferente. La pregunta del millón es, ¿qué pasará con todos los festivales que organiza y que tienen su inconfundible sello? Porque hablamos de festivales como Tomorrowland, que reúnen la friolera suma de 170.000 personas cada año. El negocio está vivo, pero la intriga sobre si el que coja la batuta mantendrá los productos existentes es mayúscula.
¿De verdad nos vamos a quedar sin Tomorrowland? ¿Y sin Beatport? Insomniac se frota las manos…
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